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Crónicas - November 21, 2009

Un huracán llamado Pedro Ruiz

Estaba en la sala de la Cinemateca Distrital disfrutando de la música, del encantador ambiente que tanto cautiva a los periodistas, directores, productores, realizadores y críticos del cine que se dan cita todos los años en el Encuentro Internacional de Documentales de Montreal (RIDM), cuando vi entrar una tropa de jóvenes liderados por Pedro Ruiz. En el grupo todo era alegría, no paraban de hablar y al fondo los seguía con mucho entusiasmo el escritor Dany Laferrière, todos regresaban de una proyección de su documental “La dérive douce d’un enfant de Petit-Goâve” en la Gran Biblioteca de Montreal.

Ni corta ni perezosa me acerqué a saludarlos para conocer los detalles de la producción y me sorprendí mucho al descubrir que Laferrière había salido a festejar con todo el equipo de producción de habla hispana, en su mayoría profesionales latinoamericanos, reclutados sabiamente por el fotógrafo y realizador venezolano Pedro Ruiz, para escenificar de una manera muy original las vivencias del escritor haitiano radicado en Quebec, mundialmente famoso por su libro “como hacer el amor con un negro sin fatigarse”.

 

Con su temperamento extrovertido y causal Pedro me dijo que pasó dos años y siete meses haciendo el documental. La idea le vino a la cabeza después de haber filmado su documental “Animal Tropical en Montreal” en donde tuvo la oportunidad de entrevistar a Laferrière, luego un buen día se encontraron para tomar un café y Pedro le soltó la “bomba”. El escritor muy alagado por su interés le contestó positivamente a su idea de hacerle un documental, pero en su mente estaba un viaje previsto a Quebec. Era obvio que Dany Laferrière no se imaginaba la determinación de Pedro, quien no vaciló en pegarse al paseo al día siguiente, con su cámara al hombro.

 

“Visitamos como doce ciudades entre ellas Nueva York, Paris, Viena y Puerto Príncipe donde fuimos recibidos con mucha familiaridad, fue un rodaje inolvidable” agrega Pedro mientras se toma una cerveza y le sonríe a Dany al otro lado de la mesa. Como todo realizador que se respete, Ruiz investigó sin descanso a su personaje hasta enamorarse perdidamente de su proyecto y como no se rige por las reglas, no el importó escoger un título extenso, ni agregar escenas al documental que nunca había concebido pero que su ingenioso lente captó en el momento preciso, como aquella en una estratégica esquina de Nueva York, cuando Dany leía en voz alta apartes de uno de sus libros y dos jóvenes americanas lo batallaron de preguntas. Bueno así es Pedro Ruiz completamente imprevisible, creativo, analítico, audaz, original, mejor dicho genial y con un olfato envidiable para saber cual imagen va dónde, cómo y porqué.

 

Lo más chistoso es que en este verano me tropecé con Pedro en la terraza del Hotel Hyatt mientras ambos cubríamos el Festival de Cine del Mundo y con su carita de “yo no fui” me dijo que tenía planeado presentar su último documental en el RDIM, así como quien no quiere la cosa. Pero en menos de una semana recibí un correo y me enteré no sólo que su documental estaba en la programación del RIDM sino que había sido escogido para competir por el premio de la Cinemateca Distrital a la mejor obra quebequense/ canadiense. Horas después de escribir este blog una mejor noticia golpeó mi puerta: El documental “La dérive douce d’un enfant de Petit-Goâve” Pedro ganaba el Premio del Público en el RIDM.

 

La Nueva Generación

 

Siempre he creído que cuando somos competentes nos rodeamos de personas más competentes que nosotros y en el caso de Pedro me quedé corta de elogios, todo su equipo demuestra mucho profesionalismo, pasión y entrega por lo que hacen, comenzando por Arantza Maldonado, la cuota española del grupo, ella ha acompañado a Ruiz en más de una aventura, tanto en la post producción como en la financiación junto a su novio Marc, un canadiense que todos llaman cariñosamente “el mesías” pues cuando era necesario darle un empujoncito económico al proyecto, nunca arrugaba la cara.

 

Arantza estaba feliz por haber encontrado un público tan receptivo y agregó: “Personalmente me encanta la obra de Laferrière su manera de mostrar la realidad en Haití, sus denuncias, yo he leído varios libros de él, pero Pedro me gana, a mi me gusta “Cette grenade dans la main du jeune nègre”, es excelente.”

 

En la misma mesa estaba Felipe Bello, un extrovertido colombiano quien tuvo en sus manos la tarea de elaborar el afiche, crear toda la animación del documental y dotarlo de humor en algunas escenas. Felipe le pidió a Pedro fotos específicas de la cara, las manos de Dany y prácticamente lo resucitó con su lápiz, porque el dibujo es sorprendente. “Hice varios bosquejos y se los mostré a Pedro, finalmente escogió este de fondo amarillo, con la camisa azul”. Enfatiza el ilustrador.

 

Pedro y Felipe se conocieron cuando ambos estudiaban francés en Montreal, se cruzaron en varias oportunidades como en un festival de Jazz, en pleno ajetreo propio de sus oficios y a medida el tiempo avanzaba hubo un reconocimiento mutuo de sus talentos. Fue así como Pedro lo contactó para animar la historia y todo el diseño artístico del documental.

 

Por su parte, Enrique Vera es venezolano y a pesar de ser amigo de Pedro de vieja data, de apoyarse moralmente, nunca habían trabajado juntos hasta que llegó el proyecto de “La dérive douce d’un enfant de Petit-Goâve”, un trabajo que los llena de mucha satisfacción a ambos. Enrique me asegura que él asumió su rol de productor ejecutivo pues admira mucho el trabajo fotográfico de Ruiz y subraya: “Me pareció lindo el proyecto, aporté muchas ideas, mi experiencia, pero indudablemente este documental es de Pedro, él dirigió la fotografía y yo sabía que eso no fallaba, por una parte la imagen y por otra, un excelente narrador. Dany y Pedro, dos talentos unidos es algo explosivo”.

Enrique se siente honrado de hacer parte de este proyecto, de haber trabajado con su gran amigo y haber conocido a un hombre tan sencillo como Dany Laferrière, quien ahora compartía con ellos unas cervezas a pesar que durante toda la mañana estuvo en la Alcaldía de Montreal, luego con periodistas concediendo entrevistas, pero llegó puntual a la segunda proyección del documental y allí delante del público resaltó el trabajo del equipo de producción y los consagró como la nueva generación, los llamados a liderar la industria del cine documental en Canadá.

 

La química entre todos estos jóvenes y Dany Laferrière se dio gracias al permanente debate de ideas, algo que ellos catalogan como “mágico”, pues estaban en permanente diálogo, debatiendo ideas, etc. Así lo reafirma Clemente Rosique, quien es mexicano y fue el traductor del documental. Clemente es experto en las lenguas del francés y español, su trabajo fue arduo, de horas de investigación, muchas veces tuvo que reconstruir frases que no se escuchaban, retranscribir textos o exigirle a Pedro que retomaran una escena “x’ o “y” para que el lenguaje se entendiera perfecto, siempre cuidando cada detalle minuciosamente. Clemente es una persona muy positiva me encantó escucharle proclamar su lema de “si se puede”, al mejor estilo del chicano dirigente laboral y activista por la justicia social, César Chávez.

 

Finalmente hablé con Pablo Villegas, otro paisano colombiano que se encargó del diseño del sonido, fue el responsable de las tomas de sonido del rodaje, es decir, el sonidista. Pablo le impregnó al documental una carga emocional increíble, pues el espectador viaja en el tiempo, en la memoria del personaje y la música que acompaña su recorrido proyecta un ambiente mágico. Muchos acordamos que el momento más sublime de la historia fue encuentro de Dany con el recuerdo de su abuela.

 

Bueno, no voy a contarles el documental, porque vale la pena ir a verlo. “La dérive douce d’un enfant de Petit-Goâve” es una historia trascendental, moderna que no solo muestra la trayectoria literaria de un reconocido escritor, sino que muestra la permanente lucha interna que viven todos los exiliados para lograr ese desapego de una tierra que los hizo sufrir gracias a las traiciones, las injusticias, las dictaduras, la violencia, pero al mismo tiempo les enseñó el amor por la familia, las tradiciones, la gastronomía, los paisajes, los colores, tanto que no pueden vivir sin extrañar su olor o su mar como es el caso del haitiano Dany Laferrière.

Fotos estudio Pedro Ruiz: Federico Ciminari

 

 

 

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