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Colombia - November 19, 2018

Son mis huellas y hay camino

@asuimagen_stockphoto

Desde La Guajira… periodista y escritora… ¿Cómo se define como persona?
Me considero una persona apasionada por lo que hace. Soy familiar, sensible, leal, independiente, generosa, franca y de buen humor; por lo general positiva aunque al vencer obstáculos o asumir retos me desanime o pierda la paciencia, siempre encuentro la manera de pellizcarme, levantarme y seguir adelante.

No me gusta dejar las cosas a mitad del camino, así algunas veces esa constancia se vuelva terquedad. Logro encontrar el equilibrio alimentando mi espiritualidad, apoyada en mi familia y mis amigos.

 

¿Por qué decidió estudiar periodismo y comunicación social?
Siempre me gustó escribir: Recuerdo que empecé con poemas en el colegio, luego tuve un diario, donde hacía volar mi imaginación. Tanto mi mamá como mi hermana Flor, me incentivaron el amor por la lectura; entonces llegó el momento de decidir qué hacer en la vida y lo único que tenía en la mente era estudiar idiomas o periodismo. Me inscribí solamente en la universidad de La Sabana en una sola carrera, con la firme intención de no pasar para tomar dizque un sabático -a los 17 años- e irme a estudiar idiomas en el exterior. Una idea que no le sonaba mucho a mi papá, ni a mi tío Nelson.

Prácticamente se confabularon en mi contra: “…idiomas sí, pero, primero gradúese de algo, porque hay obreros en Europa que hablan varios idiomas… pero no son profesionales”. Fue así como empecé mi primer semestre de periodismo y comunicación social en La Sabana, una decisión de la cual nunca me he arrepentido.

 

En su libro Son mis huellas y hay camino, usted reúne 33 historias de vida que inspiran el encuentro con el otro. ¿Cómo vive usted ese encuentro y esa humanidad desde el periodismo?

He aprendido muchísimo de cada uno de los personajes de mi libro, porque en medio de su increíble talento encontré personas humildes, generosas, con ganas de vivir y luchar por sus sueños. Desde el plano periodístico, tuve que leer, investigar, comparar, apreciar otras culturas, idiomas y encontrar algo de ellos en mi propia existencia. Por ejemplo, cuando entrevisté al ilustrador Diego “Yayo” Herrera en Montreal, sentí que todos sus afanes como inmigrante eran los mismos que yo vivía en ese momento: vencer la soledad, crecer profesionalmente sin el apoyo familiar, tener las agallas para adaptarme a otra cultura, hacer nuevos amigos. Todo sin dejar de lado los deseos del corazón.

 

Hablar del Vallenato es hablar de sus raíces… ¿Qué significado tiene este género musical en su vida?

Desde muy niña dormí arrullada por una caja y un acordeón, porque a mi papá le gustaba mucho hacer parrandas en la casa; por allí desfilaron grandes exponentes del folclor vallenato como los hermanos Zuleta o el cantante Jorge Oñate. Era muy chistoso porque a mi mamá le gustaban los tangos, los boleros, la música clásica, pero el vallenato pasó de ser un género musical, a convertirse en una identidad familiar: junto a mis hermanos, primos y tíos lo iba descubriendo cada día más. No falta una canción que se traduzca en un episodio familiar, una parranda, una anécdota.

Por eso, el vallenato me despierta muchos sentimientos y me gusta escribir sobre sus exponentes, resaltar sus valores, su evolución, todo ese costumbrismo que nunca pasará de moda.

En estos últimos años, gracias a mis tías Cielo, Gina y July Gnecco he podido disfrutar de los nuevos exponentes del vallenato, vivir más de cerca la experiencia del Festival en Valledupar, de manera que el tema del folclor sigue siendo un aprendizaje para mí.

 

¿Se considera parrandera?
Claro que sí, lo llevo en la sangre. Soy la perfecta “ay ombera” como decimos en la costa. Puedo acompañar toda la noche al conjunto vallenato con palmas, cantando, bailando y gritando el consabido “Ay ombe”. Si es una “parranda” en el estricto sentido de la palabra, sé escuchar, respetando la tradición.

 

En cada blog usted ha explorado diferentes géneros periodísticos. ¿Por qué la crónica es su género preferido?
Escribir una crónica es poner a prueba todos los recursos literarios existentes, la imaginación, la riqueza del lenguaje, la creatividad y traspasar el plano físico para llegar a la intimidad del personaje que tengo en frente, desnudar su alma, sus sueños, sus temores… Es un reto que me acerca cada vez más a mi anhelo de pasar a las grandes ligas: publicar una novela.

 

 ¿Le gusta abordar las historias dejando que la verdad la sorprenda?

La curiosidad o desconocimiento de un tema me conducen siempre a una realidad diferente, no tengo un libreto, ni una camisa de fuerza para escribir. Amo la libertad de mis temas; por eso el factor sorpresa aparece tarde o temprano, lo cual es emocionante, me hace vibrar, soñar, reír y a veces hasta llorar cuando estoy redactando, porque recuerdo algo de la historia que me conmueve hasta las lágrimas, entonces me siento satisfecha con lo que narro.

 

¿Cuál es el impacto de la creciente aparición de blogs en la red?
Existe una oferta altísima de contenidos digitales. Tener un blog hoy es muy común, no se necesita ser un experto. Sin embargo, la calidad del contenido, las imágenes y videos marcan una diferencia enorme, al igual que la credibilidad de quien lo escribe, debido a la proliferación de las “fake news”. Además, la periodicidad exige un compromiso, si queremos fidelizar a los lectores, abordar temas de actualidad y generar un verdadero “engagement” – compromiso – con la audiencia. Más vale publicar seguido.

 

Son mis huellas y hay camino apoyará con donaciones a la ONG canadiense Ágape por Colombia, una entidad dirigida en su totalidad por voluntarios dedicados a facilitar espacios de reconciliación y a promover el fortalecimiento del tejido social. Háblenos un poco de eso…

Conocí a Ágape gracias a Ana María Gómez, una amiga colombo-canadiense, que me puso en contacto en el 2007 con su fundadora, Inés Marchand, en Montreal. De inmediato entré a hacer parte del equipo técnico, a colaborar en lo que más podía: desde presentar eventos para recaudar fondos, vender boletos o acompañar a las visitas que hacíamos para escoger a las familias que hospedarían a los jóvenes desmovilizados de las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) o los paramilitares, que eran escogidos con apoyo del ICBF (Instituto Colombiano de Bienestar Familiar) para unas pasantías en Canadá.

Esta experiencia me sirvió mucho para enfrentar mis propios fantasmas, pues al igual que muchos colombianos, mi familia también padeció la violencia por parte de los grupos armados y con el tiempo pude encontrarle sentido a palabras como reconciliación, tolerancia, perdón y resiliencia.

De regreso a Colombia, más o menos desde el 2014 me he vuelto a involucrar en las actividades que realizan gracias a que ahora trabajan temas de post conflicto en el territorio colombiano, así que soy voluntaria, les colaboro cada vez que puedo y qué mejor ocasión que el lanzamiento de mi primer libro para hacer un aporte económico con mi propia pluma, en pro de la reconciliación de los colombianos.

 

Son mis huellas y hay camino. Más que un libro, son experiencias de vida. ¿Qué huella les quiere dejar a los lectores?
Quiero que mis lectores encuentren en mis personajes esa magia que vi en ellos en el momento de entrevistarlos. Además, demostrarles que vale la pena construir con palabras, mantener innatos los valores éticos del periodismo como ir directo a la fuente sin sesgos, rechazando el amarillismo, superando el límite de los idiomas, asimilando la globalización, respetando la integridad de los seres humanos y sobre todo, propiciando un intercambio de opinión, ajeno a la violencia verbal que impera hoy en las redes sociales o foros virtuales.

 

Fotos: @asuimagen_stockphoto  Juan Camilo Serrano- Pablo Carnaval 

Agradecimientos: @asuimagen_stockphoto

 

 

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