La Infiltrada: suspenso, memoria y el eco del silencio

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La película La infiltrada me atrapó desde el primer minuto. Es una historia de suspenso que remueve las heridas del pasado de muchos españoles. Sin embargo, considero que los jóvenes de hoy necesitan un poco más contexto para entender cómo ETA nació del idealismo y terminó atrapada en su propia violencia.
Dirigida por Arantxa Echevarría, La infiltrada es una de las películas más intensas del reciente cine español. Con Carolina Yuste en un papel memorable, una agente que se adentra en el corazón de ETA bajo una identidad falsa, la cinta expone las sombras que deja la guerra interna, el miedo y la pérdida de humanidad. Junto a Yuste, sobresalen Luis Tosar, Víctor Clavijo, Nausicaa Bonnín e Íñigo Gastesi, quienes dan vida a un entorno donde la violencia y el deber se confunden.

Galardonada con el Premio Goya a la Mejor Película 2025,  (María Luisa Gutiérrez, Álvaro Ariza, Mercedes Gamero) también ganó el Premio Goya a la Mejor Actriz Protagonista 2025  (Carolina Yuste)  ;  el Premio Platino al Mejor Guion 2025  (Arantxa Echevarría, Amèlia Mora) y el  Premio Platino a la Mejor Dirección de Montaje 2025  (Victoria Lammers) , esta  historia revive la existencia de ETA —Euskadi Ta Askatasuna— una organización juvenil que nació en 1959 y buscaba preservar la identidad vasca frente a la represión del franquismo. Sus primeros pasos tuvieron un aire de resistencia cultural y política: rescatar el euskera, defender la autonomía, reivindicar un territorio que sentían negado.

Pero el fuego del idealismo se torció. En los años setenta y ochenta, la clandestinidad, la represión, la cárcel y la violencia estatal dieron paso a un ciclo de atentados, miedo y muerte. La infiltrada no muestra héroes, sino almas fragmentadas por un contexto que anuló los matices. Cada personaje lleva el peso de una causa que perdió su sentido, por eso podemos hablar que  ETA pasó del  idealismo a la fractura moral. Uno de los símbolos más sobrecogedores de la película es Sua, la gata, compañera silenciosa de Arantza. Su presencia no es anecdótica: representa la pureza atrapada en la clandestinidad, la vida inocente que respira entre paredes de miedo, alejada del amor de una familia y  de veranos placenteros e inolvidables.

Un momento especial en el film es el grito silencioso de Arantza en la intimidad de su bañera, una expresión no vocal, sino emocional, que marca el punto de quiebre de la historia. Es el instante en que la agente infiltrada comprende que su cuerpo, su mente y su alma han sido invadidos por la violencia del entorno. No hay erotismo en esa escena: hay trauma, desgarro y pérdida de sí misma. Prácticamente, Arantza encarna la culpa muda, el reflejo de una mujer que siente que su ser se ha contaminado por dentro, que ha bebido la miel amarga de la frustración, del dolor y del silencio cómplice. Es una metáfora poderosa del daño interior que deja la guerra: cómo el alma termina siendo territorio ocupado, aun cuando el cuerpo sobrevive.

La infiltrada no busca glorificar ni condenar, sino comprender. Su fuerza reside en el silencio, en los rostros que no encuentran salida, en las miradas que cargan siglos de rencor y desencanto. La operación liderada por Ángel Salcedo, alias “el inhumano” quien desde un comienzo advierte que el Estado español no reconocerá jamás a su agente infiltrado, da un giro inesperado cuando todo su equipo se familiariza tanto con Arantza que trasciende las barreras  de la convivencia virtual de 8 años. Es así como el propio Salcedo convence a la protagonista del éxito de la misión y cómo su aislamiento familiar, social, personal valió la pena porque salvó muchas vidas humanas..

En tiempos donde las nuevas generaciones apenas oyen hablar de ETA como una nota de historia, este film recuerda que hubo una época en que el miedo era cotidiano, la violencia justificaba los ideales y el amor se convertía en un riesgo. Echevarría entrega una película que no solo reconstruye el pasado, sino que lo interroga. Porque las heridas del país, como las de sus personajes, solo cicatrizan cuando se mencionan.

NG

Natalia Gnecco Arregocés es una periodista y comunicadora social colombiana graduada de la Universidad de La Sabana. Posee experiencia en escritura periodística, investigación, relaciones públicas y comunicación. En 2009 fundó el Festival LatinArte en Montreal y fue nombrada una de las siete personalidades del año. También es autora de la novela "La promesa" y “Son mis huellas y hay camino”. Habla con fluidez inglés, francés e italiano.

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