Tim, el último Buendía que resucitó a Macondo.
Cuentan que el pito del tren interrumpe sin falta las sofocantes tardes en Aracataca, un ruido que si bien embruja a los forasteros, pasa desapercibido para los oídos de muchos niños que juegan alegres, descalzos y sin afanes en las polvorientas calles de sus barrios. El afán nunca llega, ni para terminar las tareas del
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