¿Qué pasa con la inteligencia emocional?
@NataliaGnecco
Dicen que lo cortés no quita lo valiente, pero la disputa entre el abogado Jaime Restrepo y el congresista Iván Cepeda está muy lejos de hacer alarde de este refrán, pues el ataque verbal que presenciamos en twitter, que culminó con la invitación de Restrepo a un duelo es una prueba fehaciente de la falta de inteligencia emocional de los involucrados.
Este episodio que no tiene nada de discusión política, traspasó las buenas normas de conducta de los protagonistas e independientemente de quién tenga la razón o no, las redes no deben convertirse en escenario para incitar la violencia verbal. Usar un lenguaje soez en las redes es un síntoma inequívoco de lo poco que conocemos sobre la inteligencia emocional, término que fue utilizado por primera vez en 1990 por Peter Salovey de Harvard y John Mayer de New Hampshire, “como la capacidad de controlar los sentimientos de uno mismo y de los demás para utilizarlos como guía del pensamiento y de la acción”.
Quien más popularizó el término de inteligencia emocional fue Daniel Goleman , psicólogo estadounidense, autor del libro Emotional Intelligence (1995) él concreta este término en un amplio número de habilidades y rasgos de personalidad como empatía, expresión y comprensión de los sentimientos, control de nuestro genio, independencia, capacidad de adaptación, simpatía, capacidad de resolver los problemas de forma interpersonal, habilidades sociales, persistencia, cordialidad, amabilidad y respeto.
La pregunta es ¿qué tanto pesa el concepto de inteligencia emocional en los procesos de selección de las empresas, en el gabinete del Presidente, o en la elección del Contralor? Cuando vemos personas con altos cargos ejecutivos o públicos, incluso a mandatarios o profesionales con múltiples maestrías, especializaciones, hasta condecoraciones, sin calidad humana que llegan a sus oficinas a insultar a todo el mundo, inmersos en un mundo donde reina el “mobbing” y el “buylling”.
Es por eso que mucha de la inestabilidad laboral que se genera en las empresas públicas o privadas es producto de la falta de inteligencia emocional de los “jefes de turno”, pues la gente prefiere renunciar que lidiar con un bipolar, un acosador o un resentido social. ¿Cuántas personas que aspiran a cargos públicos donde deben tener control de manejo de los dineros públicos, son inestables, parcializados y hasta cuestionados, pero llegan a ejercer poder o impartir justicia como si nada?
La falta de capacidad para controlar las emociones es más común de lo que pensamos, el rifirrafe entre candidatos presidenciales, congresistas, periodistas, organismos de control, abogados, acusados, etc. parece no tener fin. Es una tendencia que sigue en aumento, porque nadie se preocupa por desarrollar en las aulas la inteligencia emocional, que debería ser un proyecto educativo porque es importante propender por una formación integral que incluya el desarrollo de los aspectos emocionales, la relación interpersonal tanto como la motricidad, los aspectos cognitivos y de inserción social.
Finalmente, el rendimiento profesional está íntimamente relacionado con los aspectos emocionales, por mucho que un país aumente los índices de escolaridad, se destaque por sus planes de educación, tenga profesionales brillantes, grandes deportistas, si desciende su coeficiente emocional se puede sumir en un abismo. Tal como lo afirma Goleman: “es más importante la inteligencia emocional que el coeficiente intelectual. El desarrollo de las aptitudes emocionales en los jóvenes garantiza menores índices de violencia, drogadicción y abandono escolar mientras que eleva notablemente el rendimiento académico.”
Daniel Goleman: Emotional Intelligence and Social Intelligence: The New Science of Human Relationships.
Mobbing: intimidación
Bullying: acoso
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