Lecciones de periodismo
@NataliaGnecco
El fallecimiento del Maestro de periodistas Antonio José Caballero, uno de los más grandes profesionales de la radio en Colombia, es sin duda alguna una razón más para reflexionar sobre esta etapa de trivialidad que enluta nuestra profesión. Es probable que mientras decimos el último adiós al “Reportero de Colombia” muchos directores de noticias estén preparando sus informes de fin de año sobre los “chascos” del 2013 con imágenes graciosas que comprometen los gajes de este oficio. Sin embargo, el periodismo investigativo, la libertad de acceso a la información y la profesionalización del periodismo pocas veces pasan al tablero en el momento de hacer un verdadero balance.
Es por eso que la con la pérdida del periodista, escritor y caricaturista Antonio José Caballero se entristecen también los principios del análisis y la ética que tanto promulgó en Colombia. Su amplia experiencia internacional, sus estudios, su prosa nos hacen reflexionar sobre los principios éticos que deben prevalecer en quienes ejercen un papel de forjadores de la opinión pública y fiscalizadores gubernamentales.
La verdad ejercer el periodismo con ética se ha convertido en un defecto visual.Prácticamente la delgada línea que divide nuestra propia opinión del rigor de una investigación, está tan borrosa que parece que la presbicia se apoderó de las noticias y solo aquellos que logran alejarse de su ego pueden ver con un poco de claridad, el acontecer nacional.
Un caso reciente es la transmisión en directo que hizo el Canal de televisión Capital sobre el discurso del alcalde Petro cuando éste conoció la decisión de Procuraduría General de la Nación de destituirlo por 15 años para ejercer cargos públicos. A pesar que el periodista Holman Morris defendió a capa y espada su decisión como director de mostrarnos lo que sucedía en La Plaza Bolívar, la polarización que generó y sus agitados trinos dejan en tela de juicio su independencia ideológica en el tratamiento de las noticias.
Un periodismo como el de Antonio Caballero que se encuentra presente en las columnas de las revistas, en los artículos de periódicos, en sus informes de TV, en la redacción de sus libros, dista mucho de enfrentamientos bochornosos como el ocurrido entre el reconocido periodista deportivo Iván Mejía y su colega Cesar Augusto Londoño durante el programa radial El Alargue de la cadena Caracol. Un incómodo momento que muchos recuerdan pues se dio horas antes del crucial juego de la selección Colombia contra Argentina.
No creo que Caballero quien fue un fiel amante taurino y uno de los principales cronistas de la Fiesta Brava, se hubiera sentido jamás dueño del capote, la espada y banderilla para ser juez y montar juicios mediáticos a su acomodo,como lo hacen muchos colegas hoy, pues amparados en la premisa “el periodismo investigativo en Colombia, está haciendo lo que la justicia no quiere hacer”, hoy los periodistas se enfrentan con ex presidentes, con sindicados de parapolítica, juzgan a priori a miembros de familias políticas, pisotean el prestigio de cualquier ciudadano y como si fuera poco aprovechan su condición de amenazados para manipular la opinión.
Gracias a que muchos colegas se han “encasillado” en sus propias tendencias políticas, la credibilidad está agonizando, pasamos de un bochorno a otro como si nada, por eso no es extraño leer investigaciones enmarcadas en “novelas de vaqueros”, pues no se llega a la fuente directamente, se le da veracidad a los rumores, a los mitos, a lo que dicen por la calle, a lo que nos conviene, sin el menor asomo de imparcialidad, sin ir más allá.
Ahora es tan normal ver a una periodista de la talla de Duzán discutiendo temas trascendentales como la reelección del presidente Juan Manuel Santos alrededor del Tarot; o presenciar agarrones al aire como el que alguna vez protagonizó Salud Hernández contra el ex Gobernador del Cesar, Hernando Molina, que hemos perdido el norte.
El afán de ser los verdaderos protagonistas de las noticias, ha hecho que los periodistas trasgredan muchos límites éticos, que se ridnan ante su propio ego. Luego del famoso destape de las Cicciolinas del periodismo colombiano (digo osadas periodistas de la W) sus confesiones sexuales se volvieron más notorias que su profesionalismo, menos mal que campanas como ayudar a los soldados, policías e infantes de marina heridos en combate, permiten oxigenar un poco la W Radio del descabellado protagonismo de la mesa de trabajo de Julito Sánchez.
Ante semejante espectáculo no queda duda que se ha perdido la elegancia y cada vez son más escasos los periodistas de la talla de Antonio Caballero o de Margarita Vidal, antigua directora de Cromos, miembro de la Comisión de Paz del gobierno de Belisario Betancourt, y presentadora de Al Banquillo con Margarita. Nunca me perdía su programa porque además de ser el amor platónico de mi papá, iba más allá de la noticia política, con altura, investigaciones serias, preguntas precisas. Además sabía debatir ideas, cuestionar mitos, con verdadera altura, con un excelente cruce de piernas, sin despelucarse, ni caer en la vulgaridad.
Si bien en el periodismo de Caballero se acabaron los elogios, la complicidad, los silencios, nunca se faltó al respeto, una lección de periodismo que debe prevalecer. Recuerdo que al colega Mark Halperin lo suspendieron por decirle al aire al Presidente Obama ‘kind of a dick’ (peor que llamarlo idiota) y acá en Colombia las guerras verbales como las de Daniel Coronell y el ex presidente Uribe son pan de cada día.
En la medida en que los periodistas retomemos las lecciones éticas de periodismo como las que representó Caballero podemos mejorar hasta el comportamiento de los foristas en internet, que han pasado de regirse por el pensamiento dialéctico a los insultos personales. No se encuentra una sana discusión en los lectores sino pura violencia verbal o agravios contra los medios de comunicación y la verdad estamos llamados a marcar la pauta en las discusiones que susciten las noticias.
Antonio José Caballero tendrá siempre mi respeto y admiración, ojalá algún día podamos superar esta falta de rigor investigativo, de respeto hacia los demás y podamos recuperar los principios éticos del periodismo. Paz en la tumba de Caballero, que su memoria perdure y sea un ejemplo para las nuevas generaciones de periodistas en Colombia.
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