De los tiempos de la Cacica a Daniel Coronell y cía
Recuerdo que cuando aún no me había graduado de bachiller, cuando ni siquiera soñaba con ser periodista, mis domingos eran obligatoriamente dedicados a leer la prensa. Las ganas de dormir me las espantaba mi papá quien sagradamente, desde las cinco de la mañana empezaba a leer a todo pulmón, los titulares y a resumir los acontecimientos publicados por El Tiempo y El Espectador, durante la semana. Eso si, como buen provinciano siempre leía en el diario El Espectador, La Carta Vallenata, columna de opinión de la tristemente célebre Consuelo Araujo Noguera.
En esa época, la Cacica era la sensación en la capital por poseer un lenguaje mordaz y decirle a la gente la verdad en su cara “sin pelos en la lengua”. Para aumentar su irreverencia contra el mundo, a Consuelo se le apareció la virgen: Encontró un enemigo público, a quien criticar todos los días, era el ex contralor Aníbal Martínez Zuleta, a quien bautizó “doctor merengue”. Por azares de la vida este señor, era nuestro vecino en Bogotá, alguien a quien mi papá conocía y saludaba cada vez que lo tropezaba en sus caminatas matutinas, porque era muy amigo de mi abuelo. Cuando pasaba por ese andén me quedaba pensando en la amargura que se debía sentir detrás de esas rejas blancas cada vez que la Cacica enfilaba su mortal pluma y la verdad me daba oso ajeno.
Mi papá siempre rechazó la vulgaridad de la Cacica y su falta de estilo periodístico para señalar los supuestos delitos del servidor público y más de una vez me dijo “Con la misma vara que mides serás medido”. La enemistad entre la Cacica y Martínez Zuleta es legendaria en la Costa Atlántica y en la capital del país, ambos se denunciaron mutuamente, hasta que la Corte Suprema de Justicia terminó condenándolos: A Martínez Zuleta por delitos contra la administración pública y a Consuelo Araujo por injuria y calumnia.
Han pasado más de veinte años, ahora soy periodista, he ejercido mi profesión fuera del país y me da un pesar ver que la historia se repite en los principales diarios y revistas de Colombia: Periodistas que se desayunan, almuerzan y cenan atacando a un personaje público que está en el ojo del huracán con o sin justa razón. Si bien nuestra misión es informar, denunciar con pruebas, datos y hechos, no entiendo porqué despotricar al político de turno sigue siendo el escalón más seguro para obtener reconocimiento, audiencia y aplausos ilimitados.
Después de ver la forma tan espantosa en que murió la Cacica, a manos de las Farc, son muchas las reflexiones que pasan por mi mente. Primero cómo llegó a tener una columna en El Espectador si no terminó ni el bachillerato? ¿Gracias a López Michelsen,? Hacer un festival de música era suficiente mérito para liderar políticas públicas en el Ministerio de Cultura? ¿Qué tan buena gobernadora hubiera sido?
Consuelo que en medio de su soberbia pedía ser enterrada de pie, porque ella no se arrodillaba ante nadie, sembró tanto rencor, rabia, resentimiento y odio en sus columnas y al final recibió una gran dosis de su misma medicina, pues son muchos los titulares que han manchado el honor de su familia por delitos igual o peores de los que acusó al ex contralor Aníbal Martínez.
Personalmente encuentro deplorable que a estas alturas del paseo muchos columnistas colombianos se dejen llevar más por la ira, el rencor, el resentimiento o el apasionamiento en el momento de escribir sus columnas de opinión, algunos hasta desentierran fantasmas para ganar popularidad. No hay que olvidar que somos solo periodistas, no jueces de la justicia divina. Reitero no está mal informar, denunciar, pero ejercer el periodismo a expensas de la desgracia ajena, es un capitulo del código de ética profesional desconocido para mí.
Ver a la periodista Claudia López anunciar su victoria en el twitter, porque ganó el pleito contra el ex presidente Samper por injuria y calumnia; a Daniel Coronell constantemente agarrado de las mechas con la familia del ex presidente Uribe; a Daniel Samper Ospina criticar a todos los políticos de turno con sus repetitivos chistes babosos, a sabiendas que sin el respaldo de ese apellido del que tanto denigra, probablemente no estaría escribiendo en la revista Semana, es vergonzoso para el gremio.
Los columnistas colombianos están tan acostumbrados a denigrar de la gente, que cuando no tienen una víctima se vuelven sosos en la prosa, es el caso de Felipe Zuleta quien es experto en todo aquel que ostente jurisdicción y mando, yo me pregunto ¿cuánto le durará la luna de miel con el Presidente Santos? Hay otras que ni la voz les ayuda para denigrar es el caso de Vicky Dávila, quien por más que se esfuerce por adoptar el estilo de de Félix de Bedout no va a conseguir el rating de esta manera. Mejor, dicho, le va tocar volverse más creativa.
Como lo comenté en mi twitter, la libertad de expresión no nos da derecho a abusar. Cuando las columnas de opinión se vuelven guerras de opinión, en contra de un individuo X o de un enemigo público especifico, el periodista aumenta su audiencia y dispara su popularidad, pero lejos está de contribuir a la justicia, más bien genera un show mediático y provoca más violencia en sus lectores. Ahora que todos quieren imitar a Félix de Bedout , pocos se acuerdan de sus comienzos, sus tropiezos y cómo se ha visto obligado a documentarse, informarse para poder ganar la credibilidad que hoy ostenta.
La manera más fácil de comprobar que muchos columnistas generan más violencia, que información valiosa para la justicia, es leer los comentarios de los lectores de la prensa colombiana. Qué vergüenza, son muy pocos los aportes o comentarios rescatables, no leemos sino insultos y palabras de grueso calibre, amenazas de muerte, irrespeto, odio, venganza, etc, etc . No se está generando una conciencia social, sino violencia. Tal parece que al género periodístico en Colombia habrá que agregarle el estilo ‘Cacica”. Eso sí, después no hagan aspavientos, recordemos que, quien siembra vientos y recogerá tempestades.
Bueno, yo prefiero conservar el estilo Fallaci y me sostengo en lo que pienso: Es mejor construir que destruir; forjar opinión que odios. Ser un buen periodista no es ser el más famoso, sino el mejor informado.
La Promesa, mi más reciente libro
¡Bienvenidos a todos los amantes de la literatura y a los nuevos lectores que est&aa…