Nosotras, las supervivientes
@NataliaGnecco
Agape por Colombia contando con el apoyo de la compañía petrolera canadiense Frontera realizó un encuentro llamado “Tu proceso de recuperación es un ejemplo para todos”,
dedicado a un grupo de mujeres víctimas de violencia sexual en el contexto del conflicto armado.
“Llegaron en grupo como una tropa, gritando y haciendo un ruido violento, ensordecedor. Se oían los tiros y mi corazón latía a todo galope pues mi marido estaba en la finca con las vacas. Ellos entraron en pelotón empujándome como si no me vieran. Se me echaron encima, me desgarraron no solo la ropa, sino también mi cuerpo …
Todos los días me levanto como cargando un gran bulto en mis hombros y camino, camino hacia adelante, hacia el futuro pues a mis hijos no los puedo abandonar. De eso hace ya más de 10 años y ellos aún no saben la verdad pues la vergüenza vive en mí y es más fácil para mí que no lo sepan pues no podría lidiar con su reacción y aún siento pena. Pero llevo el secreto. Mis amigas lo saben y con ellas, que tuvieron la misma experiencia, vivimos juntas el terror…”
Esta no es la historia de una mujer en particular sino de todas y es el recuento que se hace de manera anónima para presentar el contexto dentro del cual se realiza el encuentro realizado por Ágape.
Los miembros de la sociedad civil tuvimos un papel importante para desarrollar: ser «ángeles» por un fin de semana, servir de apoyo, escuchar a las mujeres,acompañarlas durante cada una de las dinámicas que realizamos, pero ante todo construir entre todas propuestas concretas para que estas aguerridas líderes logren sostenerse económicamente con sus familias.
La mirada profunda y la tristeza de la mujer que nos dio su primer testimonio se suma al rosto de las demás víctimas de violencia sexual por parte de los grupos armados, que se reunieron en Villavicencio gracias a Ágape, una entidad canadiense y colombiana sin ánimo de lucro que facilita espacios seguros en Colombia para que las víctimas, victimarios y miembros de la sociedad civil realicen experiencias de convivencia en búsqueda de paz.
El primer paso fue presentarnos para conocer a cada una de nuestras protegidas, luego escuchamos por qué estaban allí, unas son de los Llanos otras de Guaviare o Vichada y aunque parezca que escuchar no sea de gran ayuda, descubrimos que muchas de ellas han vivido callando su realidad por muchos años, por eso desahogarse es un acto de liberación. En medio de este ejercicio comprendimos que el abandono ha sido un denominador común, además que todas tenían más de dos hechos victimizantes: secuestro, reclutamiento forzado, violación, desplazamiento, etc. Cada testimonio que escuchamos es más desgarrador que el anterior, otra mujer me dice al oído: “lo que a ella le pasó es peor que lo mío, pero es una verraca”.
Muchas de estas mujeres se definen como guerreras, sobrevivientes de masacres, a pesar de que fueron empaladas, algunas viven con hijos de las violaciones y luchan contra enfermedades venéreas. Algunas de ellas que son líderes en sus comunidades están siendo amenazadas y han sido víctimas de atentados recientes.
¿Dónde fue la guerra?
Escuchamos atentamente uno a uno los testimonios, luego hicimos el rito de la tiniebla a la luz, como una conmemoración de que esa pesadilla ha terminado y hay una esperanza, una luz en el camino, aliviadas ellas gritaban: ¿dónde fue la guerra? ¡En nuestros cuerpos!
Con ayuda de marcadores y paleógrafos cada una de las sobrevivientes procedió hacer su perfil a dibujar su figura en un pliego grande de papel, localizar su corazón y arriba un sol como muestra de su futuro, todo con el ánimo de pasar y responder cada una, preguntas sobre su historia de recuperación: ¿quién te ha ayudado? ¿qué has aprendido? ¿para qué necesitas apoyo en estos momentos? Y finalmente señalar en su perfil el lugar en que se encuentran en su proceso de recuperación. La línea no es recta, hay muchos obstáculos, pero muchas comparten sus avances y logros.
Varias sentían que la voz se les quebraba al reconocer qué tanto habían perdonado a sus victimarios; otras se mostraban orgullosas de haber enfocado su mente en proyectos de emprendimiento como sembrar, cocinar, coser, asistir a las capacitaciones que les ha ofrecido el Gobierno u otras organizaciones sin ánimo de lucro.
Otra participante me habla con efusividad sobre el gran apoyo psicosocial que han recibido de otro organismo que de hecho en estos momentos tiene en Villavicencio una exposición en el Centro de Memoria Histórica, con mujeres sobrevivientes que cuentan, a través de fotos, dibujos y narraciones los horrores que vivieron.
Luego, cuando cayó la noche, cada una de las supervivientes tomó su perfil y lo pegó en el suelo. La dinámica consistió en visitar a las mujeres y sus perfiles para entregarles un mensaje a cada una. Las supervivientes colocaban pequeños faroles encendidos en los pies de su figura, mientras nosotros como sociedad civil las visitábamos. El mensaje para mi protegida fue para su corazón, para que poco a poco la tristeza dé paso a la alegría. Al final se congregaron a escuchar un poco de música y hacer una fiesta simbólica de ese renacer que tanto esfuerzo les ha costado, porque son luchadoras, valientes y quieren construir un futuro mejor.
¿Cuál es nuestro aporte?
Para Ágape por Colombia es importante sensibilizar a la sociedad civil, no solo participar en este tipo de actividades es clave, sino pasar a la acción, porque de nada vale escuchar todos estos testimonios y regresar a nuestro estado de indiferencia. Por eso se buscó un espacio para reunirse con todos nosotros y analizar factores que inciden en el proceso de evolución de las víctimas, a quienes debemos llamar « supervivientes », pues como nos han enseñado, para ellas, el término « sobrevivientes » es como pasar raspando.
En el encuentro participó un joven emprendedor muy comprometido con el postconflicto, quien nos confirma lo que hemos leído en los periódicos: en Guaviare hay combates, es una realidad que el grupo disidente de las Farc le quiere endulzar el oído a los jóvenes para que regresen a la guerra, con preocupación explica: “el tiempo va pasando, hay hambre, al no haber una fuente de trabajo segura, el riesgo se duplica.”
Por otra parte, es bueno saber que existe una capacidad instalada, es decir, las mujeres sobrevivientes del conflicto armado en Colombia, han recibido capacitaciones, pero pasar al emprendimiento no se hace por arte de magia, para eso es necesario sensibilizar a las empresas del Llano y el resto del país, porque además de aportar a la paz, recibirían beneficios tributarios. El empresario es enfático al afirmar: “No podemos convertirnos en mercaderes de ilusiones, se requiere de mucho esfuerzo, de un constante acompañamiento para iniciar proyectos que sean viables que representen una fuente de ingreso seguro.”
La generación de empleo se hace imperante, sino las bandas criminales ganarán la partida de nuevo, pero antes de emprender es necesario hacer una caracterización del grupo de mujeres que nos acompañan y como sociedad civil comprometernos a ayudar. Es reconfortante saber que cada día se avanza más sobre el fortalecimiento del turismo comunitario que puede generar empleo en la región.
Asimismo, las mujeres supervivientes están siendo apoyadas a través de proyectos de responsabilidad social empresarial por parte de la petrolera canadiense Frontera, quien facilitó los fondos para esta actividad y también se están buscando alternativas para generación de empleo, con apoyo de organismos locales. Sus representantes expresan que el asistencialismo no es la solución, porque eso complica el proceso con las poblaciones, lo importante es aunar esfuerzos para ayudarles a crear empresas viables que les permitan tener un sustento económico.
Por último, nos reunimos de nuevo para retroalimentar la actividad, hay abrazos agradecimientos y la promesa de este grupo de sociedad civil de no echar en saco roto la experiencia, de sensibilizar a más personas, de pasar a la acción, porque la paz es responsabilidad de todos.
Frases de las supervivientes:
“Los hombres no tienen la culpa de lo que nos pasó, los hombres también han sufrido violaciones”.
“Hoy me enamoré de mí y de mi cuerpo.”
“Mi cuerpo fue utilizado como un campo de guerra”.
“Cada hombre tiene su valor y hoy están aquí apoyándonos”
“Dicen que nos van a decir dónde están los restos de los desaparecidos, pero si se los daban de comer a los caimanes ¿cómo van a cumplir?”
“Dios me ha fortalecido, me siento valiente”.
“No tengo lágrimas porque le prometí a Dios que solo iba a cantar, pero a veces el diablo me tienta”.
“Saber que tus seres queridos dudan de lo que te pasó es muy duro”.
“Nunca es tarde para seguir adelante y sanar el corazón”.
“Fui violada por un guerrillero, fue un sábado, lo recuerdo como si fuera ayer. Lo he perdonado”.
“Sí hay una vida después de la muerte”.
“Necesito un trabajo, no pido casa, ni tierras”
“Voy a luchar mi sueño, voy a volar”
Fotos: Ágape por Colombia – Archivos NG
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