Justin Trudeau y su conquista del poder
Mientras el mundo seguía atento a las elecciones presidenciales de Venezuela para el período 2013-2019, en el norte del continente americano, un hecho sin precedentes ocurría. Un total de 104.552 personas eligieron a Justin Trudeau, como líder del Partido Liberal convirtiéndose así en el mayor número de participantes en la historia de las elecciones internas de los partidos políticos en Canadá.
El liberal Justin Trudeau es diputado en la Cámara Baja del Parlamento Canadiense por la circunscripción de Papineau, en la provincia de Quebec desde 2008 y asegura ser un “servidor de Canadá” en momentos en que su partido atraviesa por una de sus mayores crisis, pues pasó de ser el líder de la oposición a relegarse a un tercer lugar, luego de la derrota que sufrieron en el 2011 cuando Michael Ignatief fue derrotado por el actual primer ministro, Stephan Harper.
Justin es el hijo mayor de Elliot Trudeau, quien fue líder del Partido Liberal, Primer Ministro del país de 1968 a 1979 y de 1980 a 1984. Y si bien cuando se es hijo de un político de gran renombre, el reto es mayor, no hay mejor estrategia que tratar de imponer su propia identidad y brillar con luz propia, una opción que el heredero de Trudeau tomó desde hace mucho tiempo atrás.
Justin es profesor, un líder dinámico, humilde y con tanto carisma que ha despertado el “furor político” en las juventudes canadienses. Fue escogido por los miembros del Partido Liberal como candidato para las elecciones Federales en la circunscripción de Papineau en abril de 2007, tiempo después, en octubre de 2008, logró su lugar en el Parlamento como diputado y se perfila como la mejor ficha de los liberales para recuperar el poder en el 2015.
Casado, con dos hijos, es defensor número uno del medio ambiente, del bilingüismo y rechaza la separación de la lengua francesa e inglesa en los colegios canadienses. Incluso protagonizó un video bastante controvertido defendiendo el bilingüismo pasando constantemente del francés al inglés como una manera de contradecir a la candidata de ese entonces, del Bloque Quebequense, Vivian Barbot.
Luego de seis meses de campaña por todo el territorio canadiense, de sortear la crítica de los conservadores que persisten incluso hasta hoy, de manejar con altura una que otra salida controvertida por aquello de los gajes del oficio, Justin Trudeau proclamó su victoria recordando que precisamente hace 46 años los liberales también proclamaron a su padre Elliot jefe del partido.
En sus discursos Justin hizo mucho énfasis en que la crisis económica no puede ser tomada a la ligera, pues el primer ministro Harper no hace más que decir que los canadienses deben sentirse aliviados de no vivir en Europa, pero se necesita más dinero disponible para la creación de empleos y según Trudeau, el gobierno conservador sigue siendo ajeno a esa necesidad.
En temas de inmigración, Trudeau se muestra mucho más tolerante que Harper, en una de las entrevistas que le hice me confesó: “ Nuestros nuevos canadienses representan el futuro de este país, son ellos quienes van a traer la prosperidad, son quienes hacen el trabajo fuerte, por eso es vital que se organicen y participen en todos nuestros procesos democráticos, no solo eligiendo un candidato, sino involucrándose, comprometiéndose, porque en la medida en que ellos voten masivamente, los dirigentes políticos están llamados a tenerlos en cuenta. Yo dedico mucho tiempo a compartir con ellos, para mi es primordial que se sientan conectados con Canadá, que sepan que hacen parte de esta sociedad”.
En otra ocasión abordamos el tema de su herencia política y la opinión de sus críticos que aseguran que su único merito es ser hijo de Pierre Elliot Trudeau. Justin lo tomó tranquilamente y sonriendo respondió: “Yo escucho esos comentarios de vez en cuando. Pero la verdad es que yo escogí una manera muy fácil de involucrarme en política, porque hacer una campaña en medio de canadienses franceses que no aprueban mi apellido o salir al encuentro de inmigrantes que no saben siquiera que mi padre fue Primer Ministro de Canadá, no es sencillo. Son algunas personas de las bases políticas que me reconocen, para mí ha sido difícil darme a conocer, hacerme respetar por el trabajo que he venido realizando en mi comunidad”.
Asimismo, Justin asegura que no se va a disculpar por el hecho de haber ido a buenos colegios o por haber viajado alrededor del mundo, porque sabe que ha sido muy afortunado y que no todas las personas pueden hacerlo, por eso sigue sosteniendo: “Lo que importa no es lo que uno recibe, sino lo que uno hace con lo que ha recibido. Recuerdo que cuando terminé la secundaria quería ser profesor y así estuve cinco años trabajando en varias escuelas públicas o privadas, imagino que era mi manera de establecer una diferencia”.
De hecho, al trabajar para el Servicio Nacional de Voluntarios, Katimavik, Justin anduvo por todos los rincones de Canadá hablando sobre educación, ofreciendo conferencias sobre el medio ambiente y esto lo ayudó a establecer cierta credibilidad a su alrededor. Cuando se sintió listo para pensar en política, se dio cuenta que había logrado muchas cosas y podía ofrecer mucho a las personas a quien iba a dirigir o a representar.
Su juventud, su sencillez fueron fundamentales en el momento de despertar a los liberales de su letargo, por eso Justin siente que puede representar muy bien los intereses y sueños del pueblo canadiense. “Siento que nací con una voz fuerte y lo mejor que puedo hacer con ese legado es ponerlo al servicio de la comunidad y representar a aquellos que no tienen quien los represente. Este es un gran privilegio para mí, poder defender los derechos de los canadienses”.
Para entender más cómo ha sido al conquista del poder de un hombre que se perfila como el próximo Primer Ministro de Canadá, nada mejor que la respuesta que me dio cuando le pregunté si alguna vez había tenido una conversación importante que hubiera marcado su vida. Con la sencillez que lo caracteriza, Justin aseguró que al lado de su padre conoció muchísima gente importante, líderes políticos del mundo entero. Sin embargo, las mejores conversaciones y la gente más increíble que ha conocido no fue precisamente cuando estaba representando el rol del hijo del Ministro Elliot Trudeau sino cuando salía con un morral al hombro a recorrer un país, a visitar sus amigos.
Sonriendo me dijo: “Recuerdo una vez un diálogo debajo de un árbol con un hombre en Mali, África, incluso en Colombia en un pequeño restaurante al lado de una carretera me detuve a comer algo típico y allí me puse a conversar con un paisano que se me acercó; en Bangladesh hablé con un hombre muy humilde que vivía de transportar gente en su bicicleta. Yo era muy joven pero pude reflexionar sobre cómo este hombre alimentaba su familia pedaleando, una manera tan distinta a mi vida. Son esas conexiones que hago con la gente a pesar que existan muchas diferencias, las que me enriquecen. Yo no diría que es una sola conversación la que me ha impactado, sino todas las conversaciones que he sostenido durante mi vida”.
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